01 marzo, 2010
valentino: el ultimo emperador
De hecho, hace ya mucho tiempo que estudié realización de documentales como parte de mi Máster en Artes y el amor por ese medio me ha acompañado hasta el día de hoy. Cuando un documental está bien hecho, puede ser tan fascinante y entretenido como un largometraje de ficción (o incluso más). (Y algún día espero hacer otro documental; sí, está en mi larga lista de cosas por hacer).
Este fin de semana vi Valentino: El último emperador y me reí de los consejos tan honestos que sólo podían venir de un compañero de Giammetti. Lloré cuando Valentino hizo su última reverencia. Me maravillé de que las costureras de su taller hubieran recibido una vez una máquina de coser pero NUNCA la hubieran usado, por lo que cosían cada prenda de alta costura a mano. Me quedé boquiabierta al ver las numerosas casas de Valentino en París, Roma, Londres, Nueva York y Gstaad. Me entristeció que las finanzas se hayan apoderado de la moda y que se pierdan las habilidades que se utilizaron para hacer los vestidos de Valentino. Y me sentí decidida a trabajar más duro y estar tan centrada como este legendario diseñador.
También me sorprendió que se tratase del primer largometraje de Matt Tyrnauer, cuyas palabras he leído muchas veces en Vanity Fair . Es una película que hay que ver.
Imágenes cortesía de Valentino: El último emperador